Para leer a escondidas ... enciende las velas

Dicen los documentos oficiales que he nacido en una ciudad a los pies del océano, un incierto día de noviembre del año 1979. Dicen también, que soy varón, y que el número que me ata al sistema administrativo de mi país empieza por 46 y termina en 6, acompañado, algunas veces, por una anecdótica letra k. En ellos aparece el nombre de mis padres, las vacunas que algun médico aburrido me puso cuando fui niño y la dirección donde los bancos apilan facturas impagadas.

Hay muchos datos escritos en estos documentos, sí, pero quien los lea apenas comprenderá nada. Lo que vale la pena no está guardado en el fondo de los archivos, en carpetas grises que dicen lo que he estudiado, pero no lo que conozco; los sitios en los que he vivido, pero no los que me han cambiado. Lo que de verdad importa está escrito en papeles desperdigados y rotos, como el cuaderno de bitácora de un capitán loco. Afortunadamente, siempre hay un timonel que se preocupa de recogerlos y de explicar su historia. Ésos si son los papeles que cuentan, los que están manchados con la cera de las velas porque se leen a escondidas en el cambio de guardia.

Éstas son las notas que logré rescatar del naufragio. Publicándolas de esta manera, muchos años antes de que todo ocurra, espero poder demostrar que el capitán no estaba loco, ni era un cobarde, aunque sé que muchos dirán lo contrario. Los locos somos los que no nos bajamos del barco.